Casi al amanecer del sábado los cohetes llaman a los romeros, que se reunirán en casa del Hermano/a Mayor para recoger después en el Ayuntamiento al alcalde y comenzar la peregrinación al Santuario. Al frente desfilan los símbolos históricos concluyendo el cortejo con los hermanos mayores y directiva de la cofradía que desfilan detrás de las numerosas peñas romeras, surgidas como otra expresión de la devoción a la Virgen Morena.
El pueblo aplaude despidiendo a las carretas, jinetes y amazonas ataviadas de gala, y, como no, numerosas mujeres montadas en jamugas (sillas en forma de tijera en las que las señoras se sientan de lado, sobre dóciles mulos o borriquillos) que desfilan lanzando gritos de alegría a la multitud ¡VIVA LA VIRGEN DE LA CABEZA!
A lo largo de 24 Km., se recorre el camino viejo que se inicia en la campiña, a través de campos de regadío y olivares atravesando San Amancio y el arroyo los Molinos hasta llegar a los cerrillos que anuncian la sierra. Al llegar a San Ginés, primitiva ermita que la Virgen no quiso como Santuario, tiene lugar la primera parada de los peregrinos que tras un breve descanso, reinician el camino en busca de la Reina de Sierra Morena.
Cerca está ya el arroyo el Gallo, rebasado el cual se encuentra el monumento al peregrino desde donde se divisa por primera vez el Santuario, iniciándose el descenso hacia el Río Jándula por un angosto camino que tiene una incomparable belleza en la cuesta del Madroño temida por algunos y deseada por todos, pues ya está cerca el descanso tan esperado.
En la dehesa del Lugar Nuevo, junto al puente de la Virgen, espera impaciente una multitud que en vehículo han subido por carretera dejando atrás la llamada «piedra que habla«. Allí tiene lugar el encuentro con los peregrinos venidos por el camino viejo, es la hora de la comida de hermandad, del baile y el cante en una indescriptible alegría de convivencia.
A la caída de la tarde se colocan las monturas y las carretas en posición, para hacer las últimas etapas del camino. Es la subida de los caracolillos o la cuesta del reventón cuya pendiente granítica exige un gran esfuerzo. Las caballerías tras dejar la loma de los Santos coronan las proximidades del cerro del Cabezo llamado así por ser el monte que capitanea su entorno.
Aquí se produce el encuentro definitivo con los que acceden por carretera que entre cuestas y curvas (algunos dice que 365) han sido testigos de unas vistas y paisajes como El Encinarejo, de increíble belleza. Atrás quedaron monumentos como el del peregrino, la piedra que habla (piedra con inscripción colocada en 1923) o el monumento al Jabalí solitario, todo ello en plena Sierra de Andújar.
Una vez en el Cabezo cada cofradía se organiza en distintas casas y desde allí subirán al Santuario a rendir culto a la Virgen. Las cofradías se suceden en el interior de la iglesia saludando a la Imagen y las calzadas son una marea de peregrinos, algunos de rodillas o descalzos cumplen promesas a la Virgen.
Una hilera interminable de fieles van pasando ante la Virgen en su Camarín y durante toda la noche no faltan personas en el interior del templo y quienes aguantan el duro trago en un alegre insomnio de júbilo hasta el amanecer.